¿”Aprender” con porno? Noooo…

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El porno, en todas sus variantes, es una opción perfectamente lícita para disfrutar del sexo. Claro que sí. El/la consumidor/a tiene, además, cada vez más oferta respecto a lo que le apetezca consumir. Ahora existe una modalidad de lo más avanzada (tecnológicamente) que son las películas virtuales: una especie de gafas de lo más sofisticadas a través de las cuales ves en 360 grados la película. Una escena caliente en la que tú eres el/la protagonista. Es como si te metieras en la escena físicamente.

Una pregunta muy habitual cuando se habla de pornografía es la de si el consumo del porno, con toda la oferta que pone a disposición del consumidor/a, acabará sustituyendo las relaciones sexuales clásicas. Es decir, si el porno puede hacer daño a nuestra sexualidad, si la gente acabará prefiriendo esta forma de tener sexo: a la carta, sin complicaciones, de lo más sofisticada… (en algunos casos). Obviamente la respuesta siempre es la misma: NO. Claro está que mientras exista otra persona a la que tocar, a la que mirar, a la que hablar o sonreír, el sexo piel con piel seguirá existiendo (más nos vale!) y seguirá siendo mucho más placentero, completo y auténtico que, como es natural, la escena de una peli o la imagen de una revista.

¿Puede ser perjudicial el porno? Como todo, cuando se hace un uso indebido, se puede convertir en un problema. Pero, sobre todo, la pornografía hace daño en un sentido: el ámbito de la educación. No se puede “aprender” sexualidad a través de la pornografía. Esta frase no ha de entenderse como algo literal, sino como una forma de expresarlo, puesto que la sexualidad no es algo que se aprenda como tal. Nuestra sexualidad nos viene dada, es algo innato que nace de nosotros, por eso cuando hablo de aprender, hablo de ese “desempeño” físico que nos convierte en buenos o malos amantes, es decir cómo se hace el amor o cómo se folla o como cada cual quiera llamarlo.

El hecho de tener fácil acceso al porno por parte de gente joven, hace que éste se consuma mucho más y que ayude a perpetuar esa idea que nos invade de que las relaciones sexuales tienen que ser estupendísimas, súper placenteras y arrebatadoras. Cosa que equivoca tremendamente a los jóvenes (y a muchos no tan jóvenes…) A través del porno NO se puede aprender lo que es la sexualidad, lo que implican las primeras relaciones, lo que sería ideal inculcar sobre el compromiso, respeto, etc. El porno no enseña, el porno complementa.

Por eso cuando chavales que se inician en las relaciones sexuales, preguntan qué es la lluvia amarilla o si pueden realizar penetración anal, siempre les digo que están empezando la casa por el tejado, porque esas no son buenas bases para construir una sexualidad sana, divertida y placentera. Y la sexualidad tiene que tener bastantes ingredientes de todo eso: curiosidad, buena información, placer, juego, risas y -como no- miedos también.

El consumo de pornografía sin filtro, crea patrones de chicos (son los que más la consumen) insatisfechos que creen que una relación sexual es lo que ven en las películas. Aparte de las desilusiones que también conlleva encontrarse con que tienen tamaños de penes (absolutamente normales) que no se pueden comparar a los actores porno y las terribles equivocaciones en torno a los cánones de belleza femeninos.

El juego… ¡claro que sí!, pero basarse en el porno para construir ideales, es un gran error.

La sexualidad es mucho más sencilla que todo eso. Es lo que hay que trasmitir a los chavales. Te gusta alguien y compartes algo bonito con esa persona, te entregas, sientes, experimentas… Y te dejas llevar.Aprender a escuchar a la persona con quien compartes, dar rienda suelta a la imaginación, no imponer gustos o apetencias, comunicarse, etc. Esto no te lo enseña el porno, es más, son ingredientes que suelen faltar casi siempre en las películas pornográficas.

Lo que tendría que ser o lo que quieres conseguir o lo que te han contado o has visto en una peli porno forma parte de una fantasía que puede llegar a ser divertida y complementar en un momento determinado, pero no es la realidad de lo que son las relaciones sexuales.

 

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