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Hoy se acaba la semana del Orgullo gay. Quedan atrás las celebraciones, la fiesta, el orgullo doblemente celebrado porque el día 30 de Junio se cumplían 10 años de  la aprobación en las Cortes de la ley del matrimonio igualitario. Decía Zapatero en en el Congreso, cuando anunció el cambio del Código Civil, que simplemente se habían cambiado unas cuantas palabras en el texto. Unas pocas palabras, sí, pero que acarrearían un cambio increíble en las vidas de muchísimas personas. Así fue.

Pasamos a ser un país ejemplar en civismo, modernidad, derechos sociales, tolerancia… Y aunque en algunos países como Holanda y Bélgica, ya existía el matrimonio homosexual, España fue pionero en permitir las adopciones a parejas del mismo sexo. Todo llegó junto y con ello nuestra sociedad cambió sin apenas darnos cuenta.

Hemos interiorizado con normalidad unos cambios que comenzaron tímidamente a hacerse patentes no hace tanto tiempo. Hemos avanzado a velocidad de vértigo. Quién se escandaliza hoy en día de ver por la calle parejas del mismo sexo besándose o cogidos de la mano… Nuestro fantástico ejemplo ha servido para que países como Estados Unidos, sin ir más lejos, legalizara este 26 de Junio el matrimonio homosexual.

Por supuesto, todo esto que hoy vemos tan natural ha costado grandísimos esfuerzos, luchas sin descanso, reivindicaciones que costaron incluso vidas. A principio de los años 90 Pedro Zerolo, tristemente fallecido hace unas semanas, abanderó la lucha en España y siempre bromeaba con que algún día «nuestros nietos» verán los matrimonios homosexuales, un deseo que se vió cumplido seguramente antes de lo que él hubo imaginado.

Zerolo oficiaba bodas. Imagino la emoción que sintió la primera vez que se pusiera delante de una pareja gay para casarles. Sentiría por dentro una especie de orgullo personal, oiría una especie de vocecita que le estaría diciendo: «estás aquí. Tú has hecho esto posible. Tú has sido parte de todo esto»… Cuántos agradecimientos ha debido escuchar Pedro.

Esta semana del Orgullo, la locura de las gentes que han atestado Madrid, los conciertos, el bullicio brutal es una especie de cántico a la libertad, al agradecimiento y a la felicidad. Bravo por ello. Ahora a descansar.

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